Hoy tenía una gran necesidad de escribir.
Será que el Día del Libro, me inspira.
Si no te gusta leer, pasa de esto, porque es largo.
Voy a escribir este relato autobiográfico, por si pudiera salvar a alguien, que lo dudo, porque el ser humano es el único animal que le gusta experimentar por sí mismo cuanto de dura es la piedra.
Hace algunos años comencé una relación con una persona que parecía hecha por encargo para mí.
Congeniábamos a la perfección, en todo, y en la cama más.
Todo iba bien, hasta que un día se le fue la olla montándome un espectáculo de celos.
Me dije: “Un día malo lo tiene cualquiera”.
Pero a partir de ahí, vinieron muchos días malos.
Al principio, se celaba de mi ex. Lo entendí, y rompí nuestra amistad.
Luego también le molestaba que hablara con un amigo mío. También me aparté de él.
Luego la tomó con un compañero mío del club de lectura.
Después le entró fijación con un chico que venía siempre a mis monólogos.
Luego con un amigo mío de toda la vida.
Si es que se enfadaba hasta con los “me gustas” y los comentarios que me ponían en las redes sociales.
Una cosa patológica.
Me apartó de todos mis amigos portadores del cromosoma XY.
Después me iba apartando de cosas que me hacían feliz, como hacer biodanza, colaborar con un proyecto de teatro – danza que se iba a grabar en la Ribeira Sacra, irme de gira con el grupo de teatro, ir de cena con los compañeros de las galas de monólogos, y un sinfín de cosas más.
Me llamaba al día como 20 veces, y al principio creí que eran llamadas de amor, luego me di cuenta de que eran llamadas de control.
Así que cuando estaba hasta la coronilla, tiraba de humor, y cuando me llamaba le contestaba cosas como “Joder, tío, así no hay quien folle!””.
Me agobiaba, me asfixiaba.
Pasé de tener un novio a tener un puto policía.
Y diréis , tú Yésica , con ese carácter tan fuerte que tienes , cómo lo consentiste ¿
No lo consentía, me pasaba la vida reivindicando mis derechos, recordándole que yo no era de su propiedad, que yo no estaba haciendo nada malo, que yo hacía lo que me daba la gana, que yo era libre, y que a mi él no me tenía que controlar.
Y que si desconfiaba de mí, o no estaba contento con la relación, que lo dejáramos, pero que yo no aguantaba más.
Se disculpaba , reconocía su problema con los celos, y a la semana siguiente, me montaba otro cristo más.
Cuando tu relación se adereza de gritos, estás en zona tóxica. Sal de ahí.
Yo cada vez me encontraba más cansada, y sin fuerzas para discutir, por lo que por ahorrarme un follón, iba entrando por el aro de lo que él quería que hiciese, y de ese modo, poquito a poquito me iba anulando.
Sin embargo, poquito a poquito yo también me iba desenamorando.
Aún hoy me pregunto como aguanté eso cuatro años.
A veces tenemos tanta necesidad de que nos amen, que nos vendemos por muy poco.
No merece la pena recibir cuatro palos a cambio de una caricia.
Hoy tengo claro que la dignidad y el respeto hacia uno mismo es lo primordial para no perder la perspectiva de lo que está pasando en tu relación.
Hay tres frases que a mi me hicieron eco en esta situación:
La primera, la de mi madre, que me dijo : “Cuando se sobrepasan las barreras del respeto, ya no hay nada que hacer”.
La segunda, la de la psicóloga : “El amor no es suficiente para continuar con una relación que no funciona”.
Y la tercera, fue la de un amigo que me dijo : “Acaba con eso, o acabará contigo. Ese tipo de personas, convierten a las personas alegres en tristes”.
Todas estas palabras desordenaron mi conformismo.
Escribo todo esto, porque a veces la vida te pone en el otro lado.
Y a veces eres tú, la que te tienes que apartar de un amigo, para que no tenga problemas con su pareja.
Lo que no saben ellos, es que los celos son como los piojos. Tú te cargas uno, pero salen otros, porque cuando yo no esté, será Cristina, y el mes que viene Ana o Rosa.
Y luego, le molestará que vayas al futbol, y luego a tomar café con los del trabajo, y habrá una bronca porque una tía te puso en tu foto un stiker con un corazón, y esto es lo que habrá.
Jorge Bucay compara los celos con un hongo de la india, que en pequeñas dosis es delicioso en las comidas, sin embargo, si echas de más, te puede intoxicar, y si te pasas totalmente, te puede hasta matar.
Las relaciones saludables se construyen sobre la base de la libertad.
El verdadero amor no te ata ni te encierra.
El auténtico amor permite ser quién eres.
(Yésica Val)